Una concatenación de viajes (y la montaña de tareas pendientes que se encuentra uno a la vuelta) han sido responsables de la falta de actualización reciente del blog. El viaje más interesante, tanto en lo personal como en lo científico, ha sido el que me llevó la semana pasada a Estambul, junto con un comando Geneura formado por JJ y Antonio.
No voy a ponerme a glosar los atractivos de una ciudad como Estambul, que poca presentación necesita a estas alturas. Si me voy a quedar con algunos aspectos más anecdóticos:
- Cuidado si tienes el sueño ligero: un amable señor te alborozará con cánticos llenos de sentimiento cuando empiece a alborear. Mejor rezar que dormir dice la letanía.
- La conocida frase hecha «más largo que un día sin pan» debe cambiarse en Estambul por «más raro que un día sin dolmas«. Y es que no hay nada mejor para acompañar cualquier plato que una hoja de parra rellena de arroz encebollado. La gastronomía turca es por otra parte extraordinaria, y ofrece un mundo de sensaciones para el paladar
- El café turco es un brebaje rotundo, al que hay que tratar como él te trata a ti: sin contemplaciones. Si no te amilanas ante él, te ofrecerá sensaciones inolvidables, sobre todo en tu último sorbo. Los amantes de la informática apreciarán además el hecho de que Estambul nos ofrece una prueba de que el café es computable.
- Hablando de sensaciones para el paladar, qué decir de las delicias turcas. Algunas de estas delicias dicen tener además efectos vigorizantes si hay que creer la publicidad.
- Y si de efectos vigorizantes se trata, la oferta cultural disponible en la Torre Galata incluye -además de bandoleros y una versión cosaca de Eduardo Manostijeras- bailes castizos como este:
- El idioma turco no es tan difícil: patates, asensör, pantolon, atensyon, … A las pocas horas de llegar ya habíamos entrevisto la composición del genitivo. Además, es todo un detalle que «entrada» se diga «Giriş». Así el turista español sabe perfectamente por dónde debe entrar a los sitios.
- Además de lo anterior, y sobre todo si uno se mueve por el Gran Bazar, hay que tener en cuenta que llevamos escrito en la cara el país del que venimos, y los vendedores se dirigirán a nosotros en la la lengua de Cervantes para hacernos partícipes de las bondades del género que ofrece su negocio.
- Estambul es la ciudad de los gatos mansos. Hasta en la cena nos pusieron un vino de Angora.
Es una lástima no haber tenido más tiempo para ver la ciudad a fondo, pero lo bueno de eso es que proporciona una excusa perfecta para regresar algún día.