La Singularidad Desnuda

Un universo impredecible de pensamientos y cavilaciones sobre ciencia, tecnología y otros conundros

Archive for the ‘Historia’ Category

«El Reino de los Muertos» de Nick Drake

Posted by Carlos en julio 31, 2010

«El Reino de los Muertos» es la segunda incursión novelística del escritor inglés Nick Drake en el Antiguo Egipto, y en ella nos ofrece una entretenida historia que combina elementos de intriga y novela negra con un apasionante telón de fondo de ficción histórica.

La historia transcurre en el año 1324 a.C., durante la turbulenta época en la que el jovencísimo Tutankhamón ostentó el reinado de las Dos Tierras de Egipto. El protagonista de la obra es Rahotep, el «buscador de misterios», detective jefe de los medjay de Tebas, una suerte de cuerpo policial urbano. Rahotep es en cierta forma un verso libre, un hombre desencantado de la sociedad por mor de la descarnada visión de la misma que su trabajo le proporciona, cuya integridad le ha llevado a un punto muerto en su carrera profesional, y cuyo único punto de apoyo es su mujer e hijos. Es en cualquier caso un gran detective, con gran capacidad deductiva e investigadora, y que ha sabido cultivar la amistad de Najt, un noble tebano con gran pasión por las artes y las ciencias con el que le une una relación diríase que familiar. La trama arranca con el descubrimiento de un asesinato sumamente inusual: la víctima es un joven muchacho cuya edad, fisionomía y ligera discapacidad en una pierna guardan una gran similitud con Tutankhamón, rey de Egipto (nominalmente, ya que el poder lo posee el regente Ay, que gobierna el país con mano de hierro). No sólo era perturbador el parecido con el faraón, sino la forma misma del crimen: los huesos de brazos y piernas estaban múltiplemente fracturados, los ojos habían sido extraídos, su cara pintada con el Ojo de Ra, y el cuerpo colocado según el rito funerario, incluyendo un trozo de lino con un conjuro protector. Lo más sorprendente es que no había signos de resistencia de la víctima, lo que sugería que ésta había sido drogada. Este suceso tuvo lugar apenas un día antes de la fiesta anual de la inundación del Gran Río, marcada por la aparición en el cielo de Sirio, la Estrella del Perro. Durante este fiesta el faraón y su esposa Anjesenamón harían una aparición pública coincidente con el benéfico desbordamiento del Nilo y durante la cual tendría lugar otro suceso turbador: personas entre la multitud consiguieron acercarse lo suficiente al faraón como para arrojarle unas bolsas con sangre de cerdo como acto simbólico de protesta por los oscuros días que la sociedad egipcia sufría. Estos sucesos aparentemente inconexos acabarían por revelarse como relacionados y precipitarían la intervención como actor principal de Rahotep, convocado por la propia Anjesenamón en persona. Se nos revela que Rahotep mantuvo una estrecha relación con la familia real en el pasado, durante el reinado de Akenatón, el faraón que hizo temblar los cimientos de la sociedad egipcia al instaurar el monoteísmo (esta relación no se nos desgrana, y los detalles de la misma no son relevantes para la historia, aunque pueden encontrarse en la novela anterior de Drake, «El Reino de las Sombras»). Esta relación es la que ha llevado a la joven emperatriz a llamar a Rahotep, siguiendo el consejo que su difunta madre Nefertiti le dio. Los motivos de la preocupación de Anjesenamón no se reducen al incidente público anterior, sino a otros sucesos mucho más perturbadores: en sus aposentos y los del rey están apareciendo extraños objetos amenazantes, tales como tallas profanadas en las que sus nombres reales han sido borrados, figuras de cera con maldiciones rituales ancestrales, o máscaras mortuorias confeccionadas con restos humanos y acompañados de extraños símbolos, incluyendo un sol negro. Toda la simbología contenida en las mismas es sin duda relevante y un misterio que Rahotep debe resolver, junto con la cuestión evidente de cómo pudieron llegar dichos objetos al corazón del Palacio Real burlando la seguridad del mismo.

Todos estos acontecimientos resultan además coincidentes en el tiempo con la próxima inauguración de la Sala Hipóstila en honor a Amon-Ra, durante la cual se nos revela que los jóvenes reyes planean secretamente hacer el anuncio público de que toman factuamente el poder en detrimento del viejo regente Ay. No es éste sin embargo el único contendiente en la lucha interna por el poder, ya que en Menfis se encuentra Horemheb, general de los ejércitos al frente de la guerra contra el reino de los hititas en el norte, esposo de Mutnodjmet -hermana de Nefertiti y tía de Anjesenamón- y que consciente de la inestabilidad política y de la fortaleza de su posición anhela también el trono. Rahotep debe velar por la seguridad de la joven pareja real en este escenario, desde su nuevo puesto como investigador personal del rey. La magnitud y complejidad de la amenaza invisible que se cierne sobre los monarcas no hace más que aumentar cuando se descubren dos nuevos cuerpos. El primero corresponde al de una joven prostituta cuya fisionomía remeda a Anjesenamón. Su rostro y cabello ha sido extirpado con precisión de cirujano para ser sustituido por una hoja de oro, y en torno a su cuello el asesino dejó un valioso colgante con un amuleto anj. El otro cuerpo es el de un joven, pero en este caso se da la circunstancia de que el asesino debió verse sorprendido y abandonó a la víctima aún con vida. Con la esperanza de que este último pueda darle alguna pista sobre la identidad del asesino, Rahotep lo deja a cargo de Najt para que se recupere de sus terribles heridas, y le confía a este la hipótesis de que el símbolo del sol negro puede ser más que un caso de iconoclastia contra Ra y representar un eclipse. Intrigado por esta revelación, Najt acompaña a Rahotep a los archivos del templo de Karnak a los que él tiene acceso, con el fin de revisar las cartas astronómicas contenidas en su inmensa biblioteca. Estas cartas resultan no contener información sobre eclipses, aunque la insistencia y perspicacia de Rahotep hacen confesar a Najt que existen otros libros secretos sobre astronomía a los que sólo una elite tiene acceso, pero asegura que tampoco contienen información al respecto. Los eventos terminaran por precipitarse cuando Tutankhamón se proclame rey durante la inauguración de la Sala Hipóstila y decida cumplir con el ritual de cazar un león salvaje en el desierto con el fin de afianzar su imagen de poder ante el pueblo. Durante el viaje al desierto, en el que Rahotep toma parte como miembro de la seguridad personal del faraón, deberán pasar por Menfis -la ciudad de Horemheb- y descubrirán que ni en el desierto están a salvo de la mano invisible que se cierne sobre el rey. Esta mano parece no solo controlar los acontecimientos, sino estar jugando con Rahotep, marcándole cuidadosamente el camino que debe seguir en todo momento.

Drake nos muestra una visión de la sociedad egipcia alejada del simplismo épico y la majestuosa grandilocuencia de otras epopeyas faraónicas. En ella vemos un reflejo de hábitos y circunstancias acaso intemporales, como son la corrupción, la delincuencia común, el narcotráfico o la prostitución. Aunque uno tiene la impresión de que hay bastantes detalles que son remedos de la sociedad actual, traslados al Antiguo Egipto por licencia literaria del autor, los acontecimientos históricos que conforman el telón de fondo son consistentes con la historia conocida del periodo, incluyendo todas las circunstancias que rodearon la vida y muerte de Tutankhamón. La trama policiaca conjuga elementos que recuerdan a Jack el Destripador (simbología ritual, mensajes ocultos, sociedades secretas, …) y se entremezcla con la intriga por el poder y en menor medida con la lucha religiosa entre monoteísmo y politeísmo. En el debe de Drake hay que decir que esconde hasta el último tercio del libro uno de los eslabones que permiten desentrañar el misterio de la trama, aunque consigue mantener el interés hasta el final. No puede decirse que el desenlace ofrezca el súmmum del clímax, pero llegados al final de la novela el balance global es positivo. Es una lectura entretenida para unas tardes de verano en las que -con un poco de imaginación- el calor y la arena de la playa nos pueden transportar al Antiguo Egipto.

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Cuando las pistolas fallan a pares

Posted by Carlos en marzo 20, 2010

Holy Smokes!

La historia reseñada por T-Rex es verídica. Andrew Jackson fue el séptimo presidente de los EE.UU. y su mandato abarcó de 1829 a 1837. El 30 de enero de 1835 tuvo lugar lo que sería el primer intento de atentado contra un presidente estadounidense, y al alimón el primer intento frustrado. Richard Lawrence, un pintor perturbado (se especula que fue la exposición a los productos químicos de la pintura lo que le condujo o al menos agravó su estado mental) se plantó cara a cara frente al presidente y le disparó a bocajarro. La bala detonó, pero no fue expulsada del arma, por lo que Lawrence se apresuró a sacar una segunda pistola y volvió a disparar… con idéntico resultado. Lawrence fue reducido y llevado a juicio (en el que sería declarado no culpable por trastorno mental). La explicación oficial fue que la humedad causó el doble fallo, aunque quién sabe, quizás algún día averigüemos que fue un intrépido viajero temporal el que saboteó las pistolas del frustrado magnicida.

Y ya que hablamos de doble fallo de pistolas, nada mejor que recordar a Bob el Inglés, el «Duque/Pato de la Muerte», y su memorable enfrentamiento con Corky «Dos Pistolas» Corcoran:

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Una Historia del Mundo en 100 Objetos

Posted by Carlos en febrero 15, 2010

El Museo Británico de Londres es uno de los sitios más fascinantes de la capital, y un lugar de visita obligada en todo viaje a la misma. Dejando de lado consideraciones acerca de cómo llegaron allá muchos de los objetos de la colección, es innegable que pasear entre vasijas neolíticas, estatuas egipcias, o frisos asirios permite viajar en el tiempo con la imaginación.

A History of the world in 100 objects

Un viaje de estas características es el que nos propone precisamente la BBC en colaboración con el Museo Británico, a través de una serie titulada «A history of the world in 100 objects«. La serie está organizada en bloques de 5 capítulos semanales de lunes a viernes, cada uno centrado en un determinado contexto histórico explorado mediante un cierto objeto de la colección del Museo Británico. Las lista de los objetos considerados puede consultarse aquí, e incluye desde hachas de sílex y herramientas afiladas del periodo comprendido entre 2 000 000 AC – 10 000 AC, hasta tarjetas de crédito y pastillas de jabón de la década actual, pasando por estatuas egipcias, mosaicos aztecas, o pulseras vikingas.

BBC's "A History of the World in 100 Objects"

Durante esta semana (la 4ª) se ha tratado el comienzo de la ciencia y la literatura, y se han tratado objetos con una historia tan apasionante como la estatua de Ramsés II, o el papiro matemático de Ahmes, que contiene ochenta y siete problemas aritméticos y geométricos. Los documentales están en inglés obviamente, pero se incluye también una transcripción de los mismos en la web de la BBC. Para no perdérselo.

Estatua de Ramsés II en el Museo Británico

Papiro matemático de Ahmes

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Música para el domingo – Ataque preventivo de la URSS (Polansky y El Ardor)

Posted by Carlos en enero 11, 2009

El domingo es día de asueto y nada mejor que un poco de música para amenizarlo. Por ejemplo, esta emblemética canción de Polansky y el Ardor titulada «Ataque Preventivo de la URSS«. Es uno de los temas más recordados de los 80’s, con una letra que además de tener un estribillo inolvidable era un pequeño tratado en la geoestrategia de la Guerra Fría (la NATO y el Pacto de Varsovia son bien conocidos, pero las referencias a la respuesta flexible y a los euromisiles pueden resultar hoy en día arcanas a más de uno). Todo ello a ritmo de punk rock. ¡Que lo disfuten!

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Bicentenario del Levantamiento del 2 de Mayo

Posted by Carlos en May 2, 2008

Tal día como hoy hace 200 años tuvo lugar uno de esos acontecimientos que -junto con todo lo que vino después- ilustran perfectamente el carácter quijotesco con pinceladas carpetovetónicas que para lo bueno y para lo malo tiene el pueblo español. Ese día, el 2 de mayo de 1808, se produjo un levantamiento popular en Madrid contra la ocupación francesa que desencadenaría en la Guerra de la Independencia y constituiría el principio del fin del Imperio Napoleónico. Las cosas estaban ya calentitas desde hacía unas semanas: el 17 de marzo de 1808 se produjo el motín de Aranjuez, el afrancesado Godoy -el mismo que había firmado unos meses antes el tratado de Fontainebleau, que legitimaba la entrada de tropas francesas en España para invadir Portugal- fue defenestrado, y el rey Carlos IV fue obligado a abdicar en su hijo, que se convertiría en Fernando VII. Esta etapa de su reinado sería efímera, pues fue llevado junto con su depuesto padre por las tropas francesas a Bayona el 30 de abril. Allí abdicaría en favor de su padre, que a su vez había abdicado a favor de Napoleón, que cedió la corona a su hermano José Bonaparte.

Las mencionadas abdicaciones tuvieron lugar el 5 de mayo, y en ellas jugaron un papel central los sucesos de Madrid del 2 de mayo, y la falta de escrúpulos de Fernando VII. Precisamente el levantamiento del 2 de mayo tuvo como detonante el traslado a Francia del Infante Francisco de Paula de Borbón (curiosamente con gran parecido físico a Godoy). Cuenta la historia que un cerrajero, Blas Molina, advirtió la situación y penetró en el Palacio Real gritando desde uno de los balcones:

«¡Traición! ¡Nos han quitado a nuestro rey y quieren llevarse a todos los miembros de la familia real! ¡Muerte a los franceses!«

La revuelta que siguió no contó con el apoyo de la aristocracia, ni del ejército (con las heroicas excepciones de Daoíz y de Velarde), ni con el de la afrancesada administración. Sin más armas que cuchillos y navajas la multitud se enfrentó al ejercito regular francés. Goya inmortalizó aquellos sucesos en su cuadro La Carga de los Mamelucos.

La Carga de los Mamelucos (1814)

A fuer de ser sinceros, parece que el número de personas activamente involucradas en la revuelta era de unos pocos miles (pongamos 5.000 por lo alto, menos de un 3% de la población de Madrid en la época), frente a unos 30.000 soldados franceses. Esto -mirar mientras otros pelean, que no deja de ser también muy español- no quita para que hubiera historias realmente magníficas, como una que refiere Arturo Pérez-Reverte: los presos de la Cárcel Real se dirigieron por escrito al director de la prisión en los siguientes términos:

«Abiendo advertido el desorden que se nota en el pueblo y que por los balcones se arroja armas y munisiones para la defensa de la Patria y del Rey, suplica, bajo juramento de volber a prisión con sus compañeros, se les ponga en libertad para ir a esponer su vida contra los estranjeros.«

El director accedió a la solicitud, y armados de palos, hierros y navajas, cincuenta y seis quinquis de la época salieron en busca de franceses, haciendo paradas técnicas en cuantas tabernas encontraban a su paso. En palabras de Pérez-Reverte, que para retratar estas situaciones tiene un arte especial:

«A unos franchutes, que manejaban en la plaza Mayor un cañón con el que hacían fuego hacia la calle de Toledo, vieron caerles encima una jábega de energúmenos morenos, patilludos, tatuados y vociferantes, que a los gritos de «¡Viva el rey!» y «¡Muerte a los gabachos!» se los pasaron literalmente por la piedra de amolar, dándole ajo a siete. […] Los presos dieron la vuelta al cañón de los malos y le arrimaron candela a un escuadrón de caballería de la Guardia Imperial que cargaba desde la puerta del Sol. Al cabo, faltos de munición, inutilizaron el cañón y se desparramaron por las callejuelas del barrio, cachicuerna en mano, buscándose la vida.«

Lo más pintoresco del asunto es que -descontados muertos y heridos graves- sólo uno de los presos no cumplió la palabra de volver a prisión. Éste y otros episodios no alteraron evidentemente el desenlace de la revuelta, finalmente aplastada por el ejército francés y duramente reprimida después. Todo aquél que fuera detenido en posesión de un arma (desde una navaja a unas simples tijeras, como en el caso célebre de Manuela Malasaña) sería fusilado, como Goya reflejó en su famoso cuadro Los Fusilamientos del Tres de Mayo.

Los Fusilamientos del tres de Mayo (1814)

Estos acontecimientos terminarían por catalizar la revuelta nacional contra la ocupación francesa, que depararía muchísimos otros momentos para la Historia, como Bailén (primera derrota en la Historia de la Grande Armée de Napoleón, a manos de un ejército español en el que por cierto participó José de San Martín), la guerra de guerrillas, los asedios de Zaragoza (en los que una catalana -Agustina Zaragoza Doménech- pasaría a ser recordada como Agustina de Aragón) o Cádiz («con las bombas que tiran los fanfarrones, las mujeres de Cádiz se hacen tirabuzones«), que marcó el punto de inflexión de la contienda. Napoleón diría años más tarde, en su exilio en Santa Elena que:

«Esta maldita Guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se relacionan con este nudo fatal: destruyó mi autoridad moral en Europa, complicó mis dificultades, abrió una escuela a los soldados ingleses… esta maldita guerra me ha perdido.»

Sorprendentemente -a tenor del rechazo al influjo francés con el que se inició la Guerra- durante la misma se promulgó la primera Constitución moderna de España, de carácter marcadamente liberal, y en la que por primera vez se recogía a la Nación Española (compuesta por «la reunión de los españoles de ambos hemisferios«) como fuente de legitimidad y titular de la soberanía. Por supuesto, lo primero que hizo Fernando VII cuando volvió entre gritos de «Vivan las Caenas» fue derogar esta constitución. Nada nuevo bajo el sol; ya en el Cantar de mio Cid figura aquello de «¡Dios, qué buen vassallo, si oviesse buen señor!«

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Música para el domingo – We didn’t start the fire (Billy Joel)

Posted by Carlos en enero 27, 2008

El domingo es día de asueto y nada mejor que un poco de música para amenizarlo. Por ejemplo, esta gran canción de Billy Joel titulada «We didn’t start the fire«. Se trata de un tema de 1989 incluido en Storm Front, el décimo primer álbum de Billy Joel, y que constituyó su tercer gran éxito. Es una canción que enumera a todo ritmo personajes y eventos de relevancia histórica durante el periodo 1949-1989 (Billy Joel nació precisamente en 1949, y la canción suele interpretarse como una reivindicación del papel de su generación en la historia mundial). Aunque con cierto sesgo hacia personajes o eventos cuya relevancia es mayormente local a los EE.UU., la canción es un buen recorrido por lo acontecido en la segunda mitad del siglo XX, y no estaría mal que se emplease en una clase de historia contemporánea. La melodía es también muy buena, y el vídeo acompaña perfectamente el discurrir de los años durante la canción. ¡Que la disfruten!

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Eddington y los mitos de la expedición al eclipse solar de 1919

Posted by Carlos en septiembre 11, 2007

Sir Arthur Stanley Eddington«Una buena regla es no confiar demasiado en los resultados experimentales, hasta que no sean confirmados por la teoría.«

Sir Arthur Stanley Eddington (1882-1944), astrofísico británico

Arthur Eddington fue uno de los grandes personajes de la física en el siglo XX. A su talento científico había que añadir la pasión y convicción con la que defendía sus ideas. Esto bien lo pudo atestiguar el joven Chandrasekhar al que las críticas de Eddington -erróneas como luego se demostraría- a su predicción del tamaño máximo de las enanas blancas (que implícitamente apuntaba a la existencia de agujeros negros) hicieron cambiar de área de investigación. Ésta sólo fue una de las muchas ocasiones en las que el “ardor científico” de Eddington se puso en juego, y con seguridad no la más conocida. Ese puesto de honor quizás pueda darse a todo lo que rodeó la expedición científica de 1919 para observar un eclipse solar, y que tradicionalmente se considera la primera verificación experimental de la relatividad general.

La historia de la expedición es bien conocida: el objetivo era tomar fotografías de las estrellas que se encontraban en la línea visual del Sol durante el eclipse, para luego compararlas con fotografías nocturnas de esas mismas estrellas. El campo gravitatorio del Sol debería curvar los rayos de luz provenientes de dichas estrellas según la predicción de Einstein, por lo que debería medirse un desplazamiento en la posición aparente de las estrellas. Dicho desplazamiento podría tener un valor pequeño de acuerdo con una predicción anterior de Einstein en la que se ignoraba la curvatura del espacio-tiempo (predicción que se vino en etiquetar como “newtoniana”), o un valor más elevado de ser correcta la predicción de la relatividad general. La tercera posibilidad -que no hubiera desplazamiento en absoluto- se consideraba sólo remotamente, ya que hubiera supuesto una revolución física. Según cuenta la historia, el resultado de la observación proporcionó resultados consistentes con la relatividad general, siendo la primera de las incontables constataciones que dicha teoría iba a recibir.

Esta historia dio también lugar con el tiempo a una especie de mito dentro de la comunidad física y de filósofos de la ciencia, según la cual la pretendida constatación de la relatividad general no fue tal, ya que los resultados eran muy poco fiables. Se produjo entonces -de acuerdo con el mito- por parte de Eddington una combinación de sesgo (intencionado o no) a la hora de analizar los datos y de gran elocuencia a la hora de “vender” los resultados como verificación empírica de la relatividad general. Los motivos que se argumentan para este sesgo son de índole científica y político/morales. En relación a lo primero, Eddington era uno de los grandes defensores de la teoría de la relatividad general, en una época en la que la comunidad física era en general escéptica al respecto. Hay que recordar en ese sentido otra anécdota de Sir Arthur en la que un periodista le comentaba en relación a la relatividad general que él era una de las tres personas en el mundo que la entendían, a lo que Eddington respondió -con sorna británica- “¿y quién es la tercera?”. En relación a lo segundo, Eddington era una persona de fuertes convicciones morales y pacifistas, y podría pensarse que el hecho de que un británico verificara la teoría presentada por un alemán ayudaría a la distensión en un momento en el que justo acababa de finalizar la Primera Guerra Mundial. A modo de resumen, tal como apunta Stephen Hawking en “Una Breve Historia del Tiempo”:

«Sus mediciones fueron o bien pura suerte, o un caso de saber de antemano el resultado que querían obtener

En línea a lo anterior hay que señalar que la expedición al eclipse fue en realidad doble, una a la Isla Principe, en la costa occidental de África, liderada por Eddington, y otra a la ciudad de Sobral, al norte de Brasil, liderada por Frank Watson Dyson (a la sazón líder global de las dos expediciones). Cada una de las expediciones tenía un equipamiento diferente, y obtuvieron diferentes mediciones parcialmente contradictorias entre sí. El que durante el proceso de depuración de los datos se descartaran algunas placas fotográficas que podrían no apoyar la predicción einsteniana refuerza el convencimiento de los que ven la larga mano de Eddington manipulando el experimento.

Sin embargo, una vez analizada toda la evidencia parece que en realidad no hubo manipulación alguna, y que la conclusión a la que se llegó en su momento era la más razonable. Toda la historia está muy bien descrita en un estudio de Daniel Kennefick, de la Universidad de Arkansas, titulado

que fue publicado en las actas de la 7ª Conferencia sobre la Historia de la Relatividad General. Es realmente un trabajo muy interesante que recupera las circunstancias históricas en las que se realizó el experimento, los detalles técnicos (a nivel popular) del equipamiento y el modo en que se realizaron las mediciones, y todo el trabajo de investigación para acceder a las placas originales de las expediciones y los re-análisis que se hicieron sobre las mismas. Resulta sumamente curioso detenerse a pensar cómo podía realizarse hace casi 90 años un experimento de este tipo: no había telescopios en serie como ahora (por lo que había que lidiar con datos obtenidos con equipamiento muy dispar), las expediciones duraban meses, el cálculo de las desviaciones se realizaba poniendo las placas una contra la otra y usando un micrómetro, y los ajustes se realizaban a mano por parte de computadores humanos.

A modo de resumen del estudio de Kennefick -y recomiendo totalmente su lectura a todos los que gusten de la historia de la ciencia- no hay nada que indique que hubo sesgo en el análisis de los datos, máxime cuando la mayor parte de los mismos (y en concreto los que finalmente se tomaron como buenos) fueron realizados de manera independiente de Eddington por Dyson, cuya postura sobre la relatividad no era ni mucho menos la del primero. Más aún el re-análisis de los datos que se realizó en 1979 confirma que las suposiciones sobre los mismos que realizaron Eddington y Dyson están justificadas, y que el resultado está en concordancia con la predicción de Einstein (y desde luego refuta la predicción “newtoniana”).

Es interesante el hecho de que historias como ésta (no es la única, otro día hablaremos de alguna otra) se propaguen tanto dentro de la comunidad científica. Suele decirse que no hay mayor placer para un físico experimental que refutar empíricamente a un físico teórico. Quizás habría que añadir que no hay mayor placer para un físico teórico (y puede que para un filósofo de la ciencia) que señalar el sesgo de los datos de un trabajo experimental.

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Música para el domingo – Enola Gay (OMD)

Posted by Carlos en abril 15, 2007

El domingo es día de asueto, y nada mejor que un poco de música para amenizarlo. Por ejemplo, este clásico de Orchestral Manoeuvres in the Dark de 1980 titulado «Enola Gay». Se trató del primer gran éxito de este grupo británico que fue durante los 80s uno de los estandartes del tecnopop. Tanto el título como la letra de la canción hacen referencia al bombardeo atómico de Hiroshima (hay que recordar que el tema de la guerra nuclear era parte del acervo cultural de la época). De hecho, Enola Gay era el nombre del bombardero que lanzó a Little Boy sobre Hiroshima, y durante la canción se menciona la hora (08:15) a la que se produjo la explosión, y cómo el bombardero vuelve a la base tras la misión.

El vídeo es estructuralmente simple, aunque al igual que la música, se adorna con efectos electrónicos que le dan ese aire «post-punk» tan de la época. Eso sí, la vestimenta de Andy McCluskey y Paul Humphreys es realmente impecable. ¡Que lo disfruten!

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Missile Command: Recuerdos de la Guerra Fría

Posted by Carlos en marzo 1, 2007

Ivy MikeDesde hace algún tiempo se habla del escudo anti-misiles que los EE.UU. están desarrollando, y que planea desplegar en diversos lugares del mundo, incluyendo Europa. En relación a esto, una de las últimas noticias era la intención de construir silos en Polonia que albergarían 10 misiles interceptores, los cuales podrían destruir hipotéticos ICBMs (misiles balísticos intercontinentales) que -provenientes de Irán o de alguna república ex-soviética- fueran lanzados contra EE.UU. o incluso contra la propia Europa Occidental. El sistema de radar necesario para este sistema anti-misiles se situaría en Chequia. Como era de esperar, esta noticia no ha sentado nada bien en Rusia, que afirma situaría a estos emplazamientos en Polonia y Chequia entre los objetivos de sus misiles, e incluso amenaza con abandonar de facto el Tratado de Armamento Nuclear de Medio y Corto Alcance. Evidentemente, la puesta en funcionamiento del sistema anti-misiles reduciría en gran medida el efecto disuasorio del arsenal nuclear de los países del Este, y alteraría la balanza de poder global del lado de la OTAN. La respuesta rusa era por lo tanto una reacción previsible.

Toda esta situación (que por supuesto confío en que será una escenificación que finalmente se resolverá intercambiando algún tipo de «cromos» diplomáticos) me ha hecho recordar algunos momentos de mi infancia. Aquí su seguro servidor creció durante la fase final de la Guerra Fría, y se acostumbró a oír hablar del Telón de Acero (por cierto, otra genial ocurrencia de Churchill), ver desfiles de misiles por la Plaza Roja de Moscú (con un dirigente soviético distinto cada pocos meses), y huidas espectaculares por el Checkpoint Charlie de Berlín. Fue durante este periodo, en 1984, cuando el Reloj del Apocalipsis marcó el menor valor desde 1960: sólo 3 minutos para medianoche. Era la época del mandato presidencial de Ronald Reagan en los EE.UU. y de Yuri Andropov primero y Kostantín Chernenko después en la U.R.S.S., de la práctica ruptura de relaciones entre ambos países, y del proyecto estadounidense de defensa conocido como «Guerra de las Galaxias» (similar en sus objetivos al actual escudo anti-misiles).

Esta situación de Guerra Fría (que hay que recordar empezó en la posguerra de la II Guerra Mundial) y de terror nuclear formó parte del acervo cultural de varias generaciones, hecho que se veía reflejado en el cine, en la literatura, y en un campo que estaba eclosionando allá por finales de los 70s y principios de los 80s: los videojuegos. De esta edad dorada de los juegos de Arcade, hay uno que capturaba muy bien ese sentimiento general de amenaza nuclear: Missile Command.

Missile Command

En este juego estábamos al mando del escudo local anti-misiles de seis ciudades que recibían un ataque masivo de misiles balísticos. Para la defensa disponíamos de tres baterías con 10 misiles cada una. Podíamos disparar estos misiles al espacio para que al explotar destruyeran también las cabezas nucleares que llovían sobre nosotros. Si no éramos hábiles en esto, un misil podría destruir una de nuestras ciudades o de nuestras baterías de defensa. Por supuesto, si todas nuestras ciudades eran destruidas, el juego acababa. Como puede apreciarse por la captura de pantalla que se muestra más arriba, los gráficos están a años luz de lo que se estila ahora, aunque para la época eran sugerentes. En cualquier caso, como tantos otros juegos de esa época, los diseñadores eran conscientes de que el aspecto gráfico no era lo que iba a enganchar al usuario, sino la jugabilidad y la diversión del juego, y en esto Missile Command era fantástico. El que no tuviera ocasión en su momento de jugar, puede probar ahora pulsando con el ratón sobre la imagen, y comprobar que estoy en lo cierto.

Con todo y con eso, lo que un mayor ataque de nostalgia me ha provocado ha sido ver algunas fotos de las máquinas Arcade de la época:

Missile Command Cabinet

Impresionante, con esos colores tan kitsch, ese monitor de baja resolución, y ese trackball para controlar el juego. ¡Qué vivan los 80s!

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La epopeya de Mitilene: Cuando los hombres eran dioses

Posted by Carlos en febrero 9, 2007

Corría el año 427 A.C. cuando tuvo lugar una de esas historias llenas de épica, dignas de figurar en una epopeya. La ciudad-estado de Atenas, al frente de la Liga de Delos, llevaba cuatro años en guerra contra la Liga del Peloponeso liderada por Esparta. Mitilene, ciudad situada en la isla de Lesbos y encuadrada en la Liga de Delos, se rebeló contra Atenas, alineándose con Esparta. La flota ateniense se dirigió a la ciudad rebelde, y aunque ésta había solicitado la ayuda de Esparta, dicha ayuda no llegó a tiempo y la revuelta fue aplacada. Surgió entonces un debate en la Ekklesia (la asamblea ateniense) sobre qué medida de castigo tomar contra los rebeldes. En dicho debate, Cleón -carismático estratego y gran orador- defendió ante la asamblea la adopción de medidas ejemplarizantes, consistentes en el exterminio de todos los hombres de Mitilene y el sometimiento como esclavos de mujeres y niños. Esta medida fue adoptada por la asamblea, y se envió a un trirreme (un barco de guerra) para ejecutarla. Sin embargo, una represalia de este calibre contó con la oposición de una parte de la asamblea por considerarla excesiva. Estos miembros -encabezados por Diodoto- lograron que al día siguiente la medida se revocara en parte en una nueva reunión, y que sólo fueran castigados los líderes de la revuelta. No obstante, el trirreme encargado de ejecutar la orden ya estaba en camino, por lo que fue necesario enviar un nuevo trirreme para alcanzar al primero, y evitar así el exterminio total de los habitantes. La misión era extremadamente difícil, dada la ventaja de un día que el primer barco tenía; por ello, se organizaron turnos de remeros para que, remando sin pausa alguna durante toda la travesía, dieran alcance al primer trirreme, cosa que finamente sucedió.

Liga ateniense y Guerra del Peloponeso

Merece la pena analizar cuantitativamente lo que esta persecución marítima supuso. Un trirreme ateniense era un barco de 35m de eslora y 5m de manga, propulsado por 170 remeros. De acuerdo con los modelos que se han hecho de estos barcos, se estima que eran capaces de alcanzar una velocidad sostenida de 7 nudos, con picos de 11.5 nudos. Dado que la isla de Lesbos está situada a unos 340 km (183.6 millas náuticas) de Atenas, esto supone que son necesarias poco más de 26 horas de propulsión para hacer el recorrido. Por supuesto, hay que tener en cuenta el descanso de los remeros. Si por ejemplo se asume que la jornada efectiva de remo era de unas 14 horas, el tiempo total del viaje podía rondar 1 día y 21 horas. Dado que el primer trirreme tenía un día de ventaja, el segundo tenía como máximo esas 21 horas para hacer todo el recorrido sin parar de remar. Esto significa que la velocidad media que tuvo que mantener esta segunda embarcación es de unos 8.75 nudos. Esta velocidad puede verse reducida a 7.65 nudos si asumimos que el primer trirreme tardo dos días completos en hacer el recorrido.

Trirreme griego

Lo realmente interesante de la historia es apreciar la proeza que para los remeros del segundo trirreme supuso esta persecución. En el último número de New Scientist ha salido un artículo titulado

en el que se aborda esta cuestión. Usando los modelos actuales de cómo eran los trirremes, y estudiando desde un punto de vista fisiológico el esfuerzo desarrollado por los remeros de estas embarcaciones se llega a una conclusión sorprendente: esta prueba supone un desafío incluso para los deportistas de alta competición actuales. Las explicaciones pueden ser varias. Asumiendo en principio que los hechos -bien reflejados en las crónicas de la época- transcurrieron tal como se conocen, podría pensarse (1) que las condiciones de navegación en aquellos días concretos perjudicaran a la primera embarcación, y favorecieran a la segunda, (2) que los modelos que tenemos de los trirremes no sean ajustados a la realidad, y (3) que los hombres de la época estaban en excepcional forma física. En relación a esto último hay que tener en cuenta además que los remeros de los trirremes no eran esclavos, sino hombre libres (aunque por lo general muy pobres). Además de la paga, y de la propia supervivencia, estos remeros tenían por lo tanto una tercera motivación: la defensa de su ciudad y de sus habitantes. El plus de motivación que esta última consideración proporcionaba no es nada desdeñable.

Dejando de lado de momento el punto (1) sobre la base de que sería extraño (aunque no descartable) que se hubiese fletado un segundo trirreme sin posibilidades de éxito más allá de un cambio en las condiciones de navegación, habrá que concluir que o bien las embarcaciones de hace 25 siglos aún guardan secretos importantes para nosotros, o bien que sencillamente aquella gente estaba hecha de otra pasta. En un momento como el actual en el que el deporte de alta competición está -en según qué disciplinas- tan relacionado con la química ultramoderna, esta última imagen da al menos que pensar.

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