La Singularidad Desnuda

Un universo impredecible de pensamientos y cavilaciones sobre ciencia, tecnología y otros conundros

Archive for the ‘Space Opera’ Category

«Expendable» de James Alan Gardner

Posted by Carlos en julio 24, 2009

Expendable (James Alan Gardner)
Expendable es una novela de 1997 del escritor y matemático canadiense James Alan Gardner. Es de hecho la opera prima de Gardner, que ya había tenido anteriormente un cierto éxito (premio Aurora y candidaturas a Nebula y Hugo incluidos) con historias cortas. En ella entramos en contacto con el universo de la “Liga de los Pueblos”, telón de fondo de la obra de Gardner y que ha servido de escenario para siete títulos hasta la fecha.

La premisa argumental de este universo es la existencia de una suerte de organización a nivel galáctico –la mencionada Liga de los Pueblos– bajo cuya égida se encuentran aquellas especies con capacidad para el viaje interestelar. Esta organización tiene un imperativo existencial: proteger la vida inteligente. Cualquier especie que anhele expandirse más allá de su sistema estelar debe adherirse a esta directiva, lo que en la práctica implica que toda forma de violencia que conduzca o pueda conducir a la muerte de un ser inteligente (da igual si de la propia especie o de otra distinta) está absolutamente vedada; está prohibido incluso el transporte de armas potencialmente letales a bordo de naves interestelares. El castigo por infringir (por acción o inacción) esta norma básica es la destrucción del infractor tan pronto se encuentre fuera del pozo gravitatorio de su estrella de origen o, en caso de que la infracción sea cometida por la especie en su conjunto o por su cuerpo gobernante, el confinamiento de dicha especie en su sistema natal. Dado que la Liga de los Pueblos comprende a civilizaciones cuyo nivel tecnológico está más allá de toda comprensión, no es posible ocultar ningún acto contra la mencionada directiva, lo que se traduce en la efectiva desaparición de guerras y violencia física en aquellas especies que se acogen a la misma (y que a cambio obtienen el acceso al viaje interestelar, además de otro tipo de avances tecnológicos).

Indudablemente, la interiorización de la no-violencia conduce a profundos cambios sociales en numerosas especies, en particular en la humana (y más concretamente en la fracción de la especie humana que accedió a esta directiva, y que en recompensa obtuvo “Nueva Tierra”, un planeta terraformado virtualmente idéntico a la Tierra original; una parte de la especie humana prefirió seguir con sus usos habituales, y permanecen confinados en la “Vieja Tierra”). De resultas de los avances en ingeniería genética y medicina, combinados con la ausencia de violencia, una muerte humana se convierte en un suceso excepcional y profundamente traumático no sólo para los más cercanos sino incluso para la sociedad en conjunto. Esto supone un problema en relación con la exploración espacial, empresa extremadamente arriesgada y en la que pueden perderse vidas con cierta facilidad.

Enfrentados con esta situación, la Tecnocracia (el cuerpo gobernante de la Humanidad interestelar) encuentra una solución de pura ingeniería social. Dados los medios técnicos existentes es posible corregir cualquier tara física, y de hecho así se hace cuando el sujeto en cuestión tiene una discapacidad seria. Sin embargo, si la persona en cuestión no está inhabilitada física o intelectualmente, la tara (que puede incluir la simple fealdad) no es corregida. A pesar de su absoluta validez, estas personas son percibidas como diferentes por el resto de la sociedad, y de hecho cuando uno de ellos muere el impacto emocional de la sociedad es mucho menor: son los prescindibles a los que el título de la novela hace referencia. Estos prescindibles son seleccionados desde la infancia y asignados al cuerpo de exploradores, la sección de mayor riesgo dentro de la flota espacial, y cuyos deberes incluyen la exploración física de planetas desconocidos. En muchas ocasiones dicha exploración acaba con la muerte confirmada o simplemente con la desaparición del explorador (típicamente marcada por la expresión “Oh, shit”, últimas palabras que suelen oírse antes de que se corte la comunicación con el explorador). El duelo en esta situación es mínimo (“well, you know, that’s what expendable means”).

Festina Ramos, por Luis Royo

(c) Luis Royo

La protagonista de la historia es Festina Ramos, una exploradora cuya tara es una marca roja de nacimiento en una de sus mejillas. A bordo de la nave Jacaranda, Festina recibe una misión: ella y otro explorador deben acompañar a un almirante de la Flota en una exploración de superficie. Cuando dicho almirante llega a la nave se hace patente que sufre de demencia senil (las drogas anti-senectud dejan de ser efectivas eventualmente), y el destino de la misión parece sugerir claramente que la intención final es librar a la Flota de manera discreta de un alto oficial senil. Concretamente, su destino es Melanquin, un planeta aparentemente idéntico a la Tierra en condiciones ambientales, pero que por algún motivo desconocido es un pozo sin fondo de exploradores. Toda persona que puso pie en el planeta dejó de comunicar al cabo de pocos minutos.

Oar, por Luis Royo

(c) Luis Royo

Tras un futil intento de rebelión ante la muerte segura que dicha misión parece suponer, Festina y su compañero Yarrun (y el senil almirante Chee, cuya lucidez es mayor que la que el Alto Consejo imagina) entienden que su única posibilidad es descender a Melanquin bien pertrechados, y provocar un incidente que suponga que la misión se aborte. Sin embargo, esta posibilidad se verá truncada cuando lleguen a la superficie, y Festina se vea sola tras la muerte de sus dos acompañantes. No tardará sin embargo en entablar contacto con los habitantes de Melanquin, seres con remoto origen humano que con el paso del tiempo y a través de ingeniería genética se han convertido en criaturas autótrofas con aspecto de cristal traslúcido, y que a pesar de ser enormemente fuertes e inteligentes, se encuentran evolutiva y socialmente en un callejón sin salida. A través de Oar, uno de estos seres, Festina descubre que hay otros exploradores en Melanquin y acompañada de ella emprende el camino para encontrarse con éstos y buscar la manera de escapar del planeta. En este camino descubriremos el origen de la civilización de Melanquin, el pasado del almirante Chee, y las implicaciones de todos los eventos que ahí se desarrollan en relación con la directiva básica de la Liga de los Pueblos.

La novela tiene un ritmo ágil y una premisa que engancha. El escenario que se plantea una vez Festina está en la superficie provoca un pequeño bajón en las altas expectativas que un planeta con un peligro fatal y absolutamente desconocido creaba, pero el interés se recobra rápidamente cuando se comienza a desentrañar el porqué de Melanquin. Más aún, el viaje en busca de los exploradores tiene bastante acción y hay un clímax final de amplitud planetaria. Un epílogo bastante satisfactorio redondea una novela que se puede calificar de recomendable e interesante (y si alguien se encariña de Oar o de Festina, podrá reencontrarse con ellas en otros títulos de la saga).

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«Timelike Infinity» de Stephen Baxter

Posted by Carlos en agosto 21, 2008

Timelike Infinity es el punto de entrada (o quizás podríamos decir el carril de aceleración) para la secuencia Xeelee, y una de las más brillantes obras de Stephen Baxter. El propio nombre de la novela es toda una declaración de intenciones del autor: el infinito de tipo tiempo es una de las tres condiciones de contorno de Cauchy de un universo abierto como el nuestro, y representa a los eventos en el futuro infinitamente remoto del observador (las otras dos condiciones de contorno de Cauchy serían el Big Bang inicial, y el infinito de tipo espacio). Nos hallamos pues ante una trama con pretensiones de magnitud cósmica, tanto en los objetivos de los personajes como de la secuencia temporal en la que se desarrolla la historia.

La narración comienza en la Tierra de dentro de unos 3200 años. En esa época la raza humana se haya sometida por una especie alienígena, los Qax. No es la primera vez que una ocupación de este tipo ha tenido lugar desde que allá por el año 3000 DC se desarrollaran los motores GUT y la tecnología de agujeros de gusano, la Humanidad se expandiera por el Sistema Solar y se empezara la exploración interestelar. El primer contacto con una raza alienígena -los Squeem- se produjo unos 400 años antes de la ocupación Qax, y el resultado fue nefasto a corto plazo: los Squeem sometieron a la Humanidad, aunque finalmente su dominio fue vencido. En este proceso se obtuvo el acceso a hipermotores (tecnología que al parecer los propios Squeem habían obtenido de los fabulosos Xeelee), lo que facilito una rápida segunda expansión humana. Dicha expansión se vio frenada en seco al entablar contacto con los Qax, y volver al estado de ocupación. En este caso, las perspectivas de futuro son sin embargo mucho más oscuras: los Qax han convertido la Tierra en una gigantesca biofactoría, con granjas de plancton a lo largo de todas las costas, y han proscrito el acceso a la tecnología avanzada desarrollada por el hombre (incluyendo los métodos de anti-senescencia que permitían alargar enormemente la vida).

Todo empieza cuando Jasoft Parz, una suerte de embajador humano, es convocado por el gobernador Qax. La reunión tiene lugar en un spline, una criatura viva y semi-sintiente adaptada para el viaje interestelar, y en ella el gobernador cuestiona a Parz sobre la llegada al Sistema Solar de una antigua nave terrestre. Se trata de la Cauchy, una nave que fue lanzada como parte del Proyecto Interfaz 1500 años antes en una trayectoria circular a velocidades relativistas. Su preciada carga es una de las bocas de un agujero de gusano, que por mor de la dilatación temporal sólo ha experimentado 100 años de tiempo propio. Esto significa que constituye una puerta temporal 14 siglos al pasado. Más aún, el gobernador informa a Parz de que otra nave terrestre, burlando todos los controles y empleando tecnología prohibida, ha despegado de la Tierra y ha atravesado el agujero de gusano. El Qax se halla totalmente fuera de juego y es incapaz de determinar una línea de acción, por lo que solicita consejo a Parz. Al no recibir información de utilidad de éste, finalmente decide crear otro agujero de gusano que conecte su presente con cinco siglos en el futuro, para de esta forma recibir ayuda de él mismo o de sus congéneres de dicha época. En el momento en que esta puerta temporal está lista, de ella emerge uno de los míticos nightfighters de los Xeelee, tripulado por un Qax. Éste les informa de los desastrosos resultados del viaje temporal de los humanos, y castiga al gobernador Qax por su incompetencia. Asimismo, comunica que una flota debe viajar a través del primer agujero de gusano para aplastar a la raza humana en el pasado. Dicha flota está compuesta por dos splines, y Jasoft Parz debe ir también, como parte de la humillación final para la Humanidad.

En la Tierra del año 3800 DC, Michael Poole -el ingeniero del proyecto Interfaz- recibe noticias de que una nave ha emergido del interfaz en Júpiter, aunque no se trata de la Cauchy. La única transmisión de radio de esta nave solicita su presencia, por lo que a pesar de su reticencia inicial, se desplaza a Júpiter desde su retiro en el Cinturón de Kuiper en compañía de Harry, una simulación informática de su padre. El mensaje fue enviado por Miriam Berg, antigua compañera sentimental de Poole y la única componente de la tripulación de la Cauchy que está a bordo de la astronave. El resto de ocupantes de esta nave son miembros del grupo encubierto que organizó su construcción y lanzamiento a través del interfaz. Dicho grupo se autodenomina los «Amigos de Wigner», en referencia al experimento mental propuesto por el físico Eugene P. Wigner en el s. XX. Aunque su objetivo final es la salvación de la Humanidad, no muestran el menor interés en advertir a la Tierra de lo que se avecina en el futuro. Su plan -que se niegan a desvelar a Poole o a Berg- se basa en una interpretación radical de los postulados de Wigner, y es de una escala muchísimo mayor, tanto que cualquier sacrificio estaría justificado. Los eventos se precipitarán cuando desde la interfaz emerjan los splines Qax de 1400 años en el futuro dispuestos a acabar con la civilización humana.

Timelike Infinity es una novela brillante que conjuga satisfactoriamente elementos de space opera, viajes en el tiempo, y ciencia ficción hard. De hecho, uno de los grandes logros de Baxter en esta obra es encontrar un equilibrio entre la historia «local», descrita y concluida de manera autocontenida (con algunos detalles ciertamente imaginativos, tales como la descripción física de los Qax, seres increíblemente frágiles físicamente y sin embargo de longevidad potencialmente indefinida), y la historia «global», ese Universo en el que se desarrollan acontecimientos de escala inimaginable de los que los Xeelee son protagonistas. En este sentido, se introducen diferentes pinceladas sobre la gran obra de ingeniería cósmica de los Xeelee -el Anillo- y sobre el destino final del Universo, que hacen realmente volar la imaginación. Estos aspectos serán tratados en detalle en Ring,la impresionante conclusión (en el sentido cronológico) de la secuencia Xeelee.

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«Starplex» de Robert J. Sawyer

Posted by Carlos en diciembre 26, 2007

StarplexRobert J. Sawyer es uno de los valores seguros de la ciencia-ficción hard actual. Últimamente había leído cuatro obras suyas (End of a Era, Calculating God, Flashforward, Iterations), y todas me dejaron una buena impresión, tanto por su talento imaginativo (Iterations por ejemplo es una colección de relatos cortos que contiene algunas gemas notables), como por el cuidado de los detalles científicos, y por algunos de los temas recurrentes en sus novelas (dinosaurios, racionalismo, inmortalidad, …). Starplex, la novela que nos ocupa no es una excepción en este sentido.

El punto de partida de Starplex es la existencia de una red de «atajos» similares a agujeros de gusano que permiten desplazarse por la galaxia (en realidad no se trata de agujeros de gusano al uso, ya que las bocas de entrada/salida tienen una complicada interconexión múltiple, y existe un cierto hiperespacio que les da soporte). Esa red de pasarelas cósmicas fue construida -tópico al canto- por una civilización de la que no se tiene noticia alguna, y tiene una curiosa característica: no se puede emplear una cierta pasarela como salida hasta que no haya sido empleada antes como entrada. De esta forma, una zona de la galaxia no se abre al resto de la misma hasta que no hay una especie inteligente que desarrolla la tecnología del viaje espacial y atraviesa su pasarela local por primera vez (reminiscencias aquí del concepto del Centinela de Arthur C. Clarke). En el momento en el que la raza humana alcanza su pasarela más cercana, ésta se abre a las dos otras civilizaciones que parecen existir: los Waldahuds y los Ibs (hay una cuarta inteligencia, pero también terrestre, los delfines). Tras el contacto se pone en marcha una Commonwealth de planetas, al más puro estilo Star Trek. De hecho, los Waldahuds tienen mucho del carácter agresivo de los Klingon (aunque el físico no les acompaña, ya que son una especie de mamíferos hexápodos achaparrados, similares a cerdos), y los Ibs son fríos y calculadores como los Vulcanianos. Los Ibs están particularmente bien conseguidos: se trata de seres gestalt, constituidos a partir de la simbiosis de seis organismos diferentes (con distintos grados de inteligencia, desde el completo intelecto racional al puro instinto).

El desarrollo de la historia se divide en dos hilos separados que al final convergen. En la primera vemos las vicisitudes de la nave Starplex cuando atraviesan una de las pasarelas y llegan a una región inexplorada de la galaxia. En ella encontrarán sorpresa tras sorpresa, cada cuál mayor. Se establecerá contacto con una especie alienígena realmente exótica (los darmats) cuyos orígenes se remontan al Universo primordial, y se empezarán a revelar aspectos de una historia de escala cósmica que se extiende durante miles de millones de años. La difícil relación entre humanos y Waldahuds (en la nave y fuera de ella) llevará a una escalada de tensión en los acontecimientos y a una posible guerra. El segundo hilo comienza también el principio del libro, pero cronológicamente empieza en el punto intermedio de la trama anterior, y salta a través del tiempo al futuro profundo. El protagonista (que hace doblete en ambos hilos) entabla contacto con los constructores de la red de pasarelas, y se nos van desgranando detalles que nos ayudarán a recomponer el puzzle final.

Como decía anteriormente, hay aspectos en Starplex que ya aparecieron en otras novelas anteriores (la posible inmortalidad, el papel del observador consciente en la mecánica cuántica, o el principio antrópico por ejemplo), pero las situaciones y el rol de los mismos mantiene cierta originalidad. A fuer de ser sinceros, comencé a leer la novela con algo de escepticismo, debido a algunas críticas no muy positivas que había leído. Sin embargo, la impresión final ha sido bastante positiva. La historia es entretenida, tiene escala cósmica, y la revelación final sobre la razón de los acontecimientos es interesante. End of a Era sigue siendo mi novela favorita de Sawyer, pero ésta no está nada mal.

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«Médula» de Robert Reed

Posted by Carlos en agosto 21, 2007

«Médula» ( Marrow) es la más exitosa novela hasta la fecha de Robert Reed, escritor estadounidense de ciencia-ficción, biólogo de formación, y que atesora 20 años de experiencia como escritor, así como cuatro designaciones para el premio Hugo y una para el Nébula. «Médula» es una novela que se puede clasificar como space opera, a pesar de que toda la acción transcurre en el interior de una astronave. Claro que no se trata de una astronave cualquiera. La Gran Nave tiene un tamaño comparable al de Júpiter y una masa equivalente a unas 20 Tierras. En su interior hay enormes cámaras equipadas para su ocupación, y debajo de las mismas vastos depósitos de agua, amoniaco, metano y silicio, así como la maquinaria necesaria para sintetizar otros compuestos a partir de los mismos. Más debajo aún hay ingentes tanques de combustible que almacenan océanos de hidrógeno líquido para alimentar las toberas de la nave, cada una del tamaño de un pequeño planeta. Por debajo, roca y un núcleo de hierro. La astronave es también inmensamente antigua; las estimaciones de su edad oscilan en los 6,000-15,000 millones de años, lo que la convierte en un objeto creado en los albores del Universo. Para hacerlo todo más enigmático, esas toberas están ahora apagadas, y en el interior de la nave no hay ningún rastro de los Constructores de la misma, ni indicación del propósito por el que la construyeron.

Por motivos de cercanía espacial, los primeros en llegar a la Gran Nave cuando ésta se aproxima a la Vía Láctea son humanos. Otras especies intentan hacerse con el control de la nave por supuesto, pero dado que su casco de hiperfibra es capaz de soportar sin inmutarse el impacto de un cometa a velocidades relativistas, no hay forma de conquistarla por la fuerza desde fuera. El control de la nave por parte de los humanos es pues definitivo. Cuando estos analizan la situación, llegan a la conclusión de que dada la inmensa velocidad de la nave es imposible detenerla: los motores de fusión sólo permiten realizar ajustes en el rumbo. Por este motivo, deciden circunvalar la galaxia, y abrir la astronave a cualquier especie que quiera habitar en una de sus cámaras (y pueda pagar el precio para ello). Eventualmente la astronave llega a estar ocupada por cientos de miles de millones de individuos de centenares de especies alienígenas. El control de la nave se mantiene siempre en manos de una jerarquía de capitanes humanos.

A pesar de la continua ocupación y exploración de las diferentes cámaras de la nave, un artefacto de ese tamaño y antigüedad guarda sorpresas. El impacto casual de un cometa contra el casco genera ondas sísmicas que revelan que en el núcleo de la astronave hay una enorme cámara en cuyo interior hay un objeto del tamaño de Marte. Se organiza una misión encubierta con los mejores capitanes de la nave para llegar hasta este mundo oculto que recibe el nombre de Médula. Mientras todos los miembros de la expedición se hallan sobre este planeta interior, un súbito fenómeno de formidable energía -el Incidente- destruye su vía de comunicación y los deja aislados en la superficie. Con la incertidumbre de si el Incidente ha podido eliminar todo rastro de vida en el resto de la nave, los capitanes han de reinventar la civilización en Médula, un mundo de hierro que a pesar de su enorme inestabilidad sísmica y volcánica alberga una flora y fauna de diversidad sin precedentes. El objetivo es retornar a la Gran Nave, y para ello hay que embarcarse en un periplo de cinco milenios, y superar una división entre los miembros de la expedición (y sus descendientes) motivada por el surgimiento de una mitología sobre los Constructores y sus lucha contra unos seres coetáneos de aquellos, los Inhóspitos. La acción y los secretos de la astronave se precipitarán cuando el retorno a la Gran Nave sea un hecho…

El punto de partida de la historia y algunos de los elementos que van surgiendo le dan a la trama un sabor a tiempo profundo y a escala cósmica que la hacen muy atractiva. La novela tiene un buen ritmo y se lee fácilmente, aunque algunos detalles pueden resultar un poco insatisfactorios. Por ejemplo, los humanos proceden de un futuro no muy lejano en el que gracias a la ingeniería genética, la nanotecnología y los cráneos de biocerámica, la inmortalidad es prácticamente un hecho. En esto se podría trazar una analogía con Schild’s Ladder de Greg Egan, y como en aquel caso contribuye a que la tensión por la supervivencia de un individuo, y la simpatía por los mismos sea bastante pequeña. No obstante, hay que decir que mientras que en Schild’s Ladder los individuos guardaban copias de seguridad remotas de la mente y podían recontruirse a partir de las mismas en cualquier momento, aquí la reconstrucción requiere la recuperación física del cráneo de biocerámica, por lo que su destrucción es de facto la muerte final. Esto le da algo de fragilidad a los humanos, y se agradece en las situaciones de peligro. Puede también encontrarse alguna similitud en la trama relativa al aislamiento en la superficie de Médula con los acontecimientos de Pushing Ice de Alastair Reynolds. El cambio de ritmo una vez se rompe dicho aislamiento es brutal, y a partir de ahí el ritmo es mucho más rápido, lo que por una parte se agradece, pero por otra hace pensar que el tramo final podía haberse alargado un poco más. El desenlace final es un tanto ambiguo, en la medida en la que aunque se da una hipótesis consistente sobre el propósito de la nave, no se llega a verificar fehacientemente. Las posibilidades para una secuela son evidentes, y de hecho dicha secuela ya existe: The Well of Stars.

En resumen, «Médula» es una lectura amena y me ha dejado con ganas de hacerme con la secuela. De 1 a 5, la califico con 3.5 estrellas.

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Vivir en el puente de mando de una astronave de la Flota Estelar

Posted by Carlos en marzo 26, 2007

Si uno lo desea, es factible vivir en el puente de mando de una astronave de la clase Intrépido como la USS Voyager. Sólo es necesario echarle ganas, tiempo, y dedicación. Esto lo puede atestiguar Tony Alleyne, un ex-DJ reconvertido por las vicisitudes del destino en decorador de interiores. Movido por la necesidad, y armado de su pasión por Star Trek, Tony ha fundado una empresa de decoración (24th Century Interior Design) que traslada a nuestros domicilios la sobria y envolvente funcionalidad que hará furor en el siglo XXIV. He aquí un botón de muestra de lo que Tony ha conseguido hacer con su estudio de soltero de menos de 50 m2:

Living room USS Voyager

Aquí vemos una panorámica general del salón. Un agradable tono azul cobalto con trazas de añil inunda la estancia. Nótese al fondo a la izquierda la sala de teletransportación (o una vitrocerámica gigante, que también podría ser).

kitchen USS Voyager

La imagen superior muestra un detalle de la cocina aneja al salón. En primer plano vemos la cafetera, y más al fondo el fregadero. Mientras se friegan los platos se puede acceder a la computadora central tal como se aprecia.

corridor USS Voyager La imagen lateral muestra el pasillo que abandona el salón. Puede verse la bola de cristal que adorna el techo, dándole a la habitación un toque disco muy retro (400 años retro de hecho). Es todo un detalle práctico la posibilidad de insertar un cajero automático en la pared del pasillo sin que desentone con la decoración del conjunto. Al fondo de la imagen se aprecia lo que parece ser la puerta de la casa. No hay ningún dormitorio, ya que desde que nuestro amigo Tony padeció de ciática, y hubo de dormir en el suelo por prescripción de su médico, descubrió que el espacio que normalmente le dedicaríamos a una cama está sobrevalorado. Él usa la sala de transportadores para ese menester. Hay que reseñar también que toda la casa está dotada de control por voz («la felicidad suprema es una habitación sin cables» dice Tony), y espera poder disponer de compuertas deslizantes en un futuro cercano.

Si alguien se ha sentido impresionado y con ganas de tener una casa parecida, encontrará interesante saber que se va a subastar el mobiliario por unos $200,000, y que es posible contratar los servicios de este interiorista para hacer algo a medida. Curiosamente mucha gente se dirige a la empresa de Tony interesándose por la idea, pero esperan encontrarse a un tipo tan fanático de Star Trek que les haga toda la decoración gratis, por amor al arte (o a la Flota Estelar). Tony dice educadamente que no entiende por qué, pero creo que está claro: hay gente que tiene la cara más dura que la frente de un Klingon.

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Camaleones USB, una monería reptiliana

Posted by Carlos en diciembre 17, 2006

Camaleón USB

Me encantan los camaleones, son unos animales simpáticos. Aunque son una especie protegida y en peligro de extinción, ahora se puede tener uno encima del monitor sin poner en peligro la biodiversidad. Lamentablemente no cambia mucho de color, pero sí mueve los ojos y saca la lengua. Una monería.

A ver si siguen con esta línea de sacar animales con USB. Hay a quién seguramente le gustaría tener un ornitorrinco USB, pero por aquello del toque friqui, ¿qué tal una mantis religiosa? Uno de los animales con más aspecto de alien poco amistoso que existe. Hasta son clavaditas a los peligrosos tandu, de la saga de la elevación de los pupilos de David Brin.

Mantis religiosa

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«Pushing Ice» de Alastair Reynolds

Posted by Carlos en noviembre 17, 2006

Pushing Ice es la última novela de Alastair Reynolds, uno de los buques insigna de la nueva ciencia-ficción británica (a pesar de estar afincado en Holanda). A diferencia de casi todos sus anteriores trabajos (la excepción sería Century Rain), la acción de Pushing Ice no transcurre en el universo de Espacio Revelación (Revelation Space), sino en otro que en cierta medida es más próximo: la breve introducción tiene lugar en un futuro que aunque aparentemente lejano (miles de años) no da la impresión de ser alienígeno, e inmediatamente después la acción se sitúa en un futuro muy cercano (mediados del s. XXI). Esto hace que sin duda se pueda empatizar más con los personajes, que están retratados al estilo habitual de A. Reynolds: ambivalentes, nada idealizados, y con diferentes matices que eliminan cualquier atisbo de maniqueísmo.

Durante toda la novela convivimos con la tripulación de una astronave minera, el Rockhopper. Esto no quiere decir que todos los protagonistas de la historia sean rudos astronautas. Por el contrario, la tripulación de la nave está compuesta por científicos e ingenieros, además de ejecutivos de diferente nivel, y por supuesto los astronautas que hacen el trabajo más duro: capturar cometas para explotar sus recursos. A esta labor es precisamente a la que responde el título de la novela, que además es el lema de todos los tripulantes de la nave (y en general de todos los que se dedican a esa profesión). La repetición frecuente del mismo («We push ice, that’s what we do«) en el texto, crea una familiaridad (e incluso una camaradería) con los personajes, casi como si uno fuera uno más del gremio.

Los acontencimientos se desencadenan cuando tiene lugar un hecho sorprendente: Jano, una de las lunas de Saturno, abandona su órbita y empieza a desprenderse de su corteza helada, revelando que nunca fue un cuerpo natural, sino un objeto artificial, posiblemente una astronave de algún tipo. El Rockhopper es la astronave más cercana a Jano, y recibe la misión de acercarse cuanto puedan (idealmente llegando a aterrizar en Jano) y recopilar cuanta información puedan. La misión no es fácil, dado que Jano se aleja a gran velocidad en dirección a Spica, una estrella situada a 260 años luz de la Tierra. La observación detallada con telescopios desde la Tierra revela que en torno a ese sistema hay un gigantesco objeto, sin duda artificial, ya que tiene forma fusiforme.

En su persecución de Jano, que aunque inicialmente viaja cada vez más rápido, parece de repente ralentizar su marcha (como pretendiendo ser alcanzado), el Rockhopper se ve enfrentado a un dilema: intentar alcanzar a Jano o tratar de regresar a la Tierra. Ambas opciones se plantean no ya en términos de cumplir o no la misión, sino de supervivencia, ya que no está claro que regresar sea factible dada cierta incertidumbre acerca de la disponibilidad de combustible. Eventualmente (aproximadamente primer cuarto o tercio de la novela), los acontecimientos depararán que el destino del Rockhopper quede unido al de Jano, pero aquí es donde lo realmente interesante comienza: sobrevivir en Jano, y enfrentarse a lo que espera cuando llegue a su destino…

Quien haya leído las novelas del ciclo de Espacio Revelación, tendrá constancia de cómo A. Reynolds tiene un arte especial para mostrar tanto ciencia como tecnologías hiper-avanzadas de manera posibilista, y en esto Pushing Ice no es una excepción. La noción de relatividad del tiempo es esencial, y la femtotecnología tiene un lugar muy relevante en la trama. También hay criaturas realmente alienígenas, con motivaciones que parecen más allá de la comprensión, y sobre todo, hay un sentido de enormidad cósmica en la trama: no se trata de contar las tribulaciones de unos humanos en el sitio equivocado, sino una historia cuya escala está muchos, muchísimos, órdenes de magnitud por encima de eso. Esto es una de las características distintivas de A. Reynolds, muy presente en Espacio Revelación, y que en contra de lo que la aparente localidad de los acontecimientos en gran parte de la novela pudiera hacer pensar, consigue también en Pushing Ice. Lo fantástico es que a pesar de la majestuosidad de la trama, y cómo ésta se va revelando, Reynolds consigue proporcionar un desenlace satisfactorio. Esto convierte a esta novela en una de sus mejores (si no la mejor, al menos a la par con Espacio Revelación) obras. En resumen, totalmente recomendada para los que disfruten de la ciencia ficción dura, la space opera, y abominen de los personajes en blanco y negro y unidimensionales.

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