La afirmación de que el cambio climático tiene causas antropogénicas se asienta sobre dos premisas fundamentales: los cambios de temperatura registrados a lo largo del último siglo, y la incapacidad de los modelos climáticos de dar cuenta de dichos cambios sin la introducción del efecto causado por los gases de efecto invernadero producidos por la actividad humana. Por supuesto, el clima es un sistema extremadamente complejo por lo que todos los modelos existentes están sujetos a una cierta incertidumbre, causada por la falta de compresión plena de todos los aspectos del sistema así como por la complejidad intrínseca de las simulaciones del mismo. Quiere esto decir que hay aspectos de la investigación climática que hay que tomar con una pizca de sal, o que ciertamente requieren un mayor estudio. Sin embargo, las objeciones más comunes al cambio climático antropogénico no se asientan en estos aspectos menos claros, sino en diversas malinterpretaciones de los hechos o conclusiones derivadas de los estudios climáticos (y hay que decir que meteduras de pata como la predicción sobre los glaciales del Himalaya no ayudan). En un artículo de Q. Schiermeier en el número del 21 de enero de Nature se abordan varios de los mitos más persistentes sobre el cambio climático, y cómo estos pueden ser rebatidos:
- Los modelos climáticos no proporcionan información de utilidad sobre el mundo real. Como se apuntaba anteriormente, los modelos climáticos están sujetos a un cierto margen de incertidumbre, por lo que no pueden hacer predicciones exactas a largo plazo. Sin embargo, estos modelos son capaces de reproducir las variaciones climáticas del último milenio y apuntan conclusivamente hacia un futuro más cálido.
- El calentamiento global cesó hace diez años. Esta objeción se basa en la misma confusión que tienen algunos de nuestros políticos entre disminución del crecimiento y decrecimiento. Las fluctuaciones naturales del clima a corto plazo pueden hacer que las temperaturas suban o bajen de un año para otro, pero las tendencias se mantienen, y la última década es la más cálida en promedio registrada.
- Las temperaturas eran mayores en épocas pre-industriales. Hay consenso en que la segunda mitad del siglo XX ha sido la más cálida del último milenio. En momentos más remotos hubo periodos más cálidos, pero bajo condiciones orbitales y geológicas distintas, y la existencia de las mismas no aporta evidencia en contra de la influencia humana en el incremento actual de temperaturas.
- Los datos históricos de temperatura en la troposfera indican que la Tierra no se está calentando. Aunque hace una década parecía haber una discrepancia entre las temperaturas de la troposfera y las registradas en la superficie, dicha discrepancia ha sido resuelta en la actualidad gracias a la resolución de problemas de calibración en los sensores de los satélites. Los datos actuales son plenamente consistentes con las predicciones de calentamiento de los modelos climáticos existentes.
- Unos pocos grados de calentamiento no son para tanto. Durante la última edad de hielo la temperatura promedio del globo era sólo unos pocos grados inferior a la actual. El ritmo de calentamiento actual no tiene precedentes en la historia de la Humanidad.
- Los incrementos de temperatura registrados reflejan el crecimiento de ciudades en torno a las estaciones climáticas más que el calentamiento del globo. Este factor ya se tiene en cuenta en los modelos, que incluyen datos tanto de estaciones urbanas como de estaciones rurales. Más aún, las anomalías de temperatura también ocurren en zonas despobladas, como pueden ser los polos, la superficie oceánica o en capas suboceánicas profundas.
Si la evidencia científica es pues múltiple en relación a las más que probables causas humanas del cambio climático, ¿cuáles son entonces los aspectos más sujetos a debate? En un próximo apunte los veremos.