El Mars Science Laboratory es uno de los grandes proyectos a corto plazo de la NASA, y uno de los más interesantes desde el punto de vista astrobiológico (o más precisamente paleoastrobiológico, ya que el interés principal es obtener más información sobre posibles evidencias de vida en el pasado de Marte, sin descartar por supuesto el premio gordo de la lotería que sería descubrir evidencias actuales). Se trata de una misión en superficie que será desarrollada por un vehículo todoterreno, similar a los otros rovers que han recorrido o están recorriendo en la actualidad Marte, aunque de mayor tamaño, mejor capacidad de desplazamiento, y superior autonomía energética (estará dotado de una batería de plutonio).
Esta capacidad mejorada de locomoción es necesaria para poder dar cobijo dentro del rover a una enorme batería de instrumentos de análisis -desde espectrómetros a estaciones meteorológicas, pasando por cromatógrafos, detectores de radiación, y cámaras de alta resolución entre otros muchos instrumentos- que convierten al MSLR en un auténtico laboratorio químico sobre ruedas.
Esta mejora tecnológica a todos los niveles está causando paradójicamente una cierta disputa política en relación a la elección del lugar de aterrizaje del vehículo. Para ver por qué, hay que tener en cuenta el desafío que supone hacer llegar a Marte y depositar de manera satisfactoria sobre la superficie un vehículo tan pesado y a la vez delicado. De hecho, esta misión se plantea en parte como una prueba de concepto de la viabilidad tecnológica de este enfoque de exploración, que es el que la NASA piensa desarrollar durante la próxima década. La elección de un lugar de aterrizaje que ofrezca mayores garantías de éxito, sin rocas peligrosas para reducir el riesgo del aterrizaje, y con un terreno no demasiado accidentado, que permita que el rover pueda desplazarse sin gran peligro es la prioridad para los ingenieros de la misión. Por otra parte, los científicos buscan maximizar el valor de los hallazgos de la misión, por lo que favorecen lugares de aterrizaje que se creen más idóneos para albergar o haber albergado vida en el pasado. La clave está en que no es fácil compatibilizar la seguridad de la misión y el valor científico de la misma.
En el mapa superior se indican los lugares que se han preseleccionado para el aterrizaje. Hay que hacer notar que gracias a la mayor autonomía del vehículo, que no depende de la energía solar para su alimentación energética, se han podido considerar lugares que en anteriores ocasiones eran totalmente infactibles. Dichas zonas preseleccionadas son las siguientes:
- El Cráter Eberswalde, donde se halla un antiquísimo delta fluvial -la mejor evidencia de que hubo un momento en el que el agua fluyó por la superficie de Marte- y donde las sondas orbitales han detectados sedimentos arcillosos.
- El Cráter Gale, en cuyo interior hay una enorme montaña de sedimentos estratificados, entre los que se encuentran estratos arcillosos, y estratos con minerales sulfurosos y con contenido de oxígeno. Tanto en esta montaña como en las paredes del cráter hay canales originados posiblemente por agua líquida.
- El Cráter Holden, situado en una cadena de cráteres que parece ser una secuencia de antiguos lagos alpinos conectados por una corriente. Hay evidencia también de lo que pudo ser una gigantesca inundación en esta zona. Además de los diferentes sedimentos, este cráter permitiría estudiar algunas de las rocas más antiguas de Marte. Es finalmente uno de los lugares más seguros para el rover.
- El Valle Mawrth, situado entre las tierras altas del hemisferio Sur, y las tierras bajas del hemisferio Norte. Es una zona muy rica en minerales arcillosos y filosilicatos, que se forman en presencia de agua, lo que resulta interesante desde el punto de vista de un posible hábitat favorable a la vida en el pasado. Es también un stio muy seguro para el aterrizaje.
La decisión final se tomará allá por la primavera del año próximo (el despegue está planificado para otoño del 2011). ¿Cuál será el sitio elegido? Hagan juego, señores.