La Singularidad Desnuda

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«Disculpe, ¿me cede su asiento?» – Cuando Milgram puso a prueba la etiqueta del metro

Posted by Carlos en marzo 13, 2010

Stanley Milgram fue un psicólogo social cuyo trabajo influyó decisivamente en nuestra comprensión de las redes sociales y de ciertos aspecto del comportamiento humano. Suyos son por ejemplo el estudio que popularizó el fenómeno de mundo pequeño (plasmado en el imaginario colectivo con los celebérrimos seis grados de separación) y el desgarrador experimento sobre la obediencia a la autoridad (descrito en este artículo). Menos conocido es sin embargo un experimento aparentemente más inocuo pero que sin embargo es aún recordado vivamente -más de 30 años después- por los participantes en el mismo.

Todo comenzó con una conversación casual entre Milgram y su suegra en 1974. Ésta le comentó un tanto molesta que había viajado en el metro pero que nadie le había cedido un asiento. A un personaje como Milgram esto le sugirió una incógnita que esclarecer: ¿qué habría pasado si le hubiera pedido a alguien que se lo cediera? En 1975 se dispuso a hallar la respuesta con la ayuda de 10 alumnos, a los que instruyó para que se dirigieran a vagones abarrotados del metro y solicitaran abiertamente a alguien que les dejara el asiento. Los resultados fueron sorprendentes en un doble sentido.

Contrariamente a lo que pudiera pensarse (y más aún tratándose de Nueva York, a cuyos habitantes atribuye el tópico una antipatía desbordante), un 68% de los viajeros accedió a dejar su asiento al experimentador. Indudablemente el factor sorpresa jugó un papel importante, ya que en una variante del experimento en la que un estudiante le preguntaba a otro en voz alta si estaría bien pedirle el asiento a alguien, antes de dirigirse al viajero, el porcentaje caía al 42%. Más aún, si se hacía la pregunta aduciendo una razón mundana (que era para leer mejor un libro), se bajaba al 38%. Una nota impresa con la petición tenía por su parte un 50% de efectividad. Milgram y uno de sus estudiantes publicarían luego un análisis del estudio titulado

  • On maintaining urban norms: A field experiment in the subway,

como parte del primer volumen de un libro titulado Advances in Environmental Psychology, editado por A. Baum et al.

Sin embargo, decía antes que el interés del experimento fue doble, y es que además del sorprendente porcentaje de personas que cedieron su asiento, la propia realización del estudio puso a prueba el caracter de los experimentadores. De hecho, varios de los participantes en el experimento (en la actualidad personajes asentados en la comunidad académica), recuerdan el pánico que les provocaba la ruptura de la convención social de que el asiento es para el primero que llega (con las excepciones aceptadas en caso de personas con algún impedimento, mujeres embarazadas, etc.). En algunos casos el choque psicológico fue tan grande para el experimentador que el viajero cedió el asiento antes de que terminara su petición al ver que el primero estaba pálido y a punto de desvanecerse. Otro de los estudiantes encontró una forma de aliviar la tensión, preparando unas tarjetas que entregaba luego al viajero y en las que le indicaba que había participado en un experimento psicológico. La verguenza ajena cundió también entre otros viajeros que eran espectadores del experimento, y que en algún caso cedieron motu proprio el asiento al experimentador después de que éste recibiera una negativa de otro pasajero.

Es tremendamente interesante la reacción de todos los participantes en el experimento ante la ruptura de una norma de etiqueta no escrita, quizás porque dichas normas nos infunden a todos cierta seguridad (en el sentido de conformar un entorno social estable). No me quiero imaginar en cualquier caso qué pasaría si se repite el experimento hoy en día en el metro de Madrid o Barcelona.

22 respuestas to “«Disculpe, ¿me cede su asiento?» – Cuando Milgram puso a prueba la etiqueta del metro”

  1. wiredrat said

    Me pregunto si se tuvo en cuenta que el experimentador elegiría consciente o inconscientemente a quien pedirle que le cediera el asiento. Hay gente a la que no me atrevería ni a pedirle la hora…

  2. fjsi said

    El resultado no sería muy diferente. No se si viajarás mucho en metro, pero yo me meto tupas de dos horas diarias en el metro de Madrid, y si bien no es lo mismo, observo que a poco que efectivamente alguien físicamente mermado (ancianos, embarazadas muy embarazadas, accidentados y/o enfermos evidentes) siempre hay alguien que cede voluntariamente el asiento. Lo que no se si concluye el experimento, aunque por lo que dices lo deja entrever, es que si alguien se salta esa norma de etiqueta y pide el asiento, el interpelado asume que es por necesidad, y no tiene problema en hacerlo.

  3. Carlos said

    @Wiredrat Ese sesgo que comentas es interesante. Imagino que el enfoque más aséptico sería elegir al azar unos asientos del vagón antes de entrar al mismo, pero no sé si fue ese el método seguido. Indagaré en la bibliografía, a ver qué dicen sobre esto.

    @Fjsi Efectivamente, parece que cuanto más instintiva es la reacción (la pregunta es más sorpresiva y/o no se aporta un motivo para racionalizarla), mayor es la probabilidad de ceder el asiento, lo que podría sugerir que es una repuesta dominada bien por la suposición de que hay un motivo aceptable tras la petición, o bien por el deseo de evitar un posible conflicto. Hay un artículo interesante

    Bryce Huebner, Susan Dwyer, Marc Hauser, «The role of emotion in moral psychology«, Trends in Cognitive Sciences 13(1):1-6, 2009

    en el que analizan la toma de decisiones de índole «moral» (como podría ser esta del metro), y sugieren que este tipo de decisiones están mediadas por procesos inconscientes muy rápidos de causa/intención, y que la emoción de verguenza/tensión/etc. posiblemente no determina el juicio moral, aunque sí motiva la acción posterior.

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  5. con said

    Wiredrat, relájate.. Las personas «malotas», son tan buenas o malas realmente como tu mismo. Estoy segura de que el experimento daría iguales resultados… o mas. ( A veces los «malos» creen que no tienen mas remedio que serlo y si ven que alguien confía en su bondad lo agradecen tanto…, que funciona el doble.)

  6. MagicFly! said

    «No me quiero imaginar en cualquier caso qué pasaría si se repite el experimento hoy en día en el metro de Madrid o Barcelona.»

    Pues en el mejor de los casos te lo ceden, en uno menos bueno te esperan fuera y te pegan el palo, y en el peor acabas en una bañera llena de hielo y sin un riñon 😛

  7. supertorpe said

    Es que ante una situación como esa, normalmente no estamos preparados para tomar una resolución racional como podría ser preguntar «¿cuál es el motivo por el que usted necesita el asiento más que yo?»

  8. SERGIO said

    Como anécdota personal, he de decir que en el Metro de Madrid he visto situaciones bastante desagradables con el tema de los asientos… por ejemplo.. Una chica embarazada se acercaba a un sitio libre y otra señora corrió a sentarse antes que ella, como si le fuese la vida en poner a descansar a sus maleducadas piernas… la cara que se le quedó a la chica embarazada no tenía precio…

  9. Al contrario de lo que opina Fjsi, a mi me da la sensacion de que en Madrid si no hay una necesidad evidente (minusvalidos, embarazadas, etc) cualquier peticion de cesion de asiento (incluso en los asientos etiquetados como «reservados») es ignorada.

  10. Jua Carlos said

    Pues en una ocasión le cedí el asiento a una embarazada sin que ella me lo pidiera y se sorprendió mucho. Me contó que la gente evita mirarla y si tienen un diario a mano se ponen a leer. La cortesía es inversamente proporcional a la cantidad de habitantes.

  11. dispiace said

    Conversación en el autobús repleto.

    Señora, de pie, de unos 65 años, fulminando con la mirada a 2 jóvenes sentados de unos 18 años.
    -Ya no hay educación!

    Respuesta de uno de los jóvenes:
    -Educación sí hay, señora. Lo que no hay es asiento

  12. Anna said

    Creo que hoy en día en general hay bastante maleducado en el transporte público.

    Estando yo embarazada de 8 meses, me subí a un autobús vacío (en Barcelona, hace 5 años) y me senté en los asientos reservados para embarazadas y enfermos. A las 2 o 3 paradas subió una señora de unos 50 años con una muleta, todos los asientos seguían libres y me pidió a mí que me levantara de mi asiento para sentarse ella!

    Según ella era el único que le permitía tener la pierna estirada (por cierto, caminaba perfectamente, no sé para que llevaba la muleta). Me tuve que levantar, y no me pude sentar en otro asiento porque con mis 25 kilos de más sólo cabía en los asientos reservados para embarazadas (creo que los ponen por esto…) Ah, y el autobús seguía vacío, tanto en los asientos como de pie, seguro que la señora podía sentarse de lado en cualquier asiento y poner su pierna en el pasillo vacío.

    Si nos fijáramos un poco más en las necesidades de los demás y menos en las nuestras, todo sería mucho más fácil para todos.

  13. INcógnita said

    Yo creo que si se repitiera el experimento actualmente, por ejemplo en el metro de Madrid, los resultados variarían bastante. Si lo aplico a mí misma, tampoco voy cediendo el asiento (cuando consigo uno) al primero que llegue, pero sí lo he hecho en los casos en los que es necesario.

    También hay que tener en cuenta lo que dices del factor sorpresa. Si te preguntan algo que no te esperas, no piensas de una forma ágil y rápida y haces lo primero que se te pasa por la mente. En este caso seguro que se asumió que si les pedían el asiento sería por algún motivo importante, ya que las variantes del estudio en las que comentaban antes si pedir o no el asiento, y en la que decían a la otra persona que era para poder leer mejor, los resultados favorables disminuyeron de forma notable.

    @SERGIO Yo también me he encontrado con situaciones de esas. Hay señoras (porque son especialmente señoras, aunque puede haber de todo) que son como aves rapaces. Yo creo que tienen un sexto sentido para irse colocando estratégicamente en el sitio donde se va a quedar un asiento libre, y en cuanto ocurre, se abalanzan sobre él como si les fuera la vida en ello.

    Respecto a los que te miran mal y no son ni ancianos, ni embarazadas ni ninguno de esos grupos, me parece bastante indignante que haya personas que se crean con derechos por encima de los de los demás cuando a lo mejor están comentando que vienen «de tiendas».

    Y hablando del metro, deberían hacer un estudio sobre los que se dedican a poner la banda sonora a los vagones. ¿Por qué tenemos que escuchar todos su música?

  14. poliket said

    Privilegios del pobre de espíritu. Cuanta más miseria tenemos, más miserables somos, más valoramos los triunfos vacíos, los premios insulsos, como puede ser el de rapiñar un asiento libre en el transporte público. El mio, pa’l que lo quiera.

  15. TioCal said

    En una ocasión me quedé dormido, sentado, en el metro y al despertar me encontré de frente con una gran barriga y detrás de ella una mujer embarazada que me miraba fíjamente. Aún tardé en reaccionar, le pedí perdón y me levanté para dejarle el sitio.

    Creo que no actué mal, pero siempre me ha quedado la impresión de que la mujer me envió una señal telepática para hacerme despertar y que yo le cediese el sitio. ¿A que el investigador no experimentó con ese tipo de «petición»?

  16. Es increible lo que la gente es capaz de hacer por el «QUE-DIRAN»… ahora bien, el estudio también nos habla de que las personas somos capaces de sentir solidaridad por el extraño. Sería interesante saber las razones de la negativa de quienes se reusaron. Los resultados varían si él que solicita el asiento es una mujer, una embarazada, un persona con un niño o una persona de la tercera edad. Otro caso interesante sería evaluar cuantas personas se paran de su asiento cuando alguno de los antes mencionados aparece en un vagón. Definitivamente interesante el estudio.

  17. Curiosamente el viernes pasado pude comprobar algo parecido en el metro de Madrid. Una mujer de unos cuarenta años entró en el vagón y, directamente, le dijo algo al oído a una chica joven que estaba cómodamente sentada. La chica se levantó de inmediato y le cedió el asiento. Me resultó curioso porque no sabía qué le habría dicho la mujer, pero sólo hasta que comprobé que estaba pálida y que respiraba con dificultad. Me dio la impresión de que la mujer le había dicho a la chica que estaba a punto de desmayarse o algo así. Por cierto, los experimentos de Milgram siempre me han gustado. El de «obediencia a la autoridad» lo he mencionado en mi libro «¿Estás comunicando?». Un saludo.

  18. piter said

    Es curioso cuando algunas personas en vez de pedir un asiento directamente lo exigen, con la mirada o intentan hacer un chantage social quejandose en general.
    Si alguien te solicita un asiento es normal darselo, si lo exige de malos modos se encontrara con mas negativas (¿sera que ya prejuzgo que le dirian que no? y se queja antes de tener respuesta…)

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  21. María said

    Estoy embarazada de 7 meses y medio, y vivo en Madrid… viajo en cuatro trenes al día (dos lineas por la mañana y dos por la tarde) y nunca he solicitado que me cedan el asiento, sin embargo, las personas que están sentadas y se percatan de mi estado, disimulan y miran para otro lado. Únicamente me han cedido voluntariamente el sitio en 6 ocasiones…

    Considero que la solidaridad y la empatía, por no mencionar la educación, se han perdido por completo.

  22. dave said

    yo he llegado a levantarme de un asiento del metro de madrid al entrar una mujer embarazada mínimo de 8 meses porque nadie era capaz de levantarse (ni viejos, ni jóvenes, ni nadie…) la cara de la pobre chica fue un poema… al fijarse que yo llevaba dos muletas y una escayola del pie a la ingle! … después de convencerla para que se sentara ella..se sentó… y yo me pasé los 15 minutos restantes de pie.. apoyada en mis dos muletas!

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