La Singularidad Desnuda

Un universo impredecible de pensamientos y cavilaciones sobre ciencia, tecnología y otros conundros

Bicentenario del Levantamiento del 2 de Mayo

Posted by Carlos en May 2, 2008

Tal día como hoy hace 200 años tuvo lugar uno de esos acontecimientos que -junto con todo lo que vino después- ilustran perfectamente el carácter quijotesco con pinceladas carpetovetónicas que para lo bueno y para lo malo tiene el pueblo español. Ese día, el 2 de mayo de 1808, se produjo un levantamiento popular en Madrid contra la ocupación francesa que desencadenaría en la Guerra de la Independencia y constituiría el principio del fin del Imperio Napoleónico. Las cosas estaban ya calentitas desde hacía unas semanas: el 17 de marzo de 1808 se produjo el motín de Aranjuez, el afrancesado Godoy -el mismo que había firmado unos meses antes el tratado de Fontainebleau, que legitimaba la entrada de tropas francesas en España para invadir Portugal- fue defenestrado, y el rey Carlos IV fue obligado a abdicar en su hijo, que se convertiría en Fernando VII. Esta etapa de su reinado sería efímera, pues fue llevado junto con su depuesto padre por las tropas francesas a Bayona el 30 de abril. Allí abdicaría en favor de su padre, que a su vez había abdicado a favor de Napoleón, que cedió la corona a su hermano José Bonaparte.

Las mencionadas abdicaciones tuvieron lugar el 5 de mayo, y en ellas jugaron un papel central los sucesos de Madrid del 2 de mayo, y la falta de escrúpulos de Fernando VII. Precisamente el levantamiento del 2 de mayo tuvo como detonante el traslado a Francia del Infante Francisco de Paula de Borbón (curiosamente con gran parecido físico a Godoy). Cuenta la historia que un cerrajero, Blas Molina, advirtió la situación y penetró en el Palacio Real gritando desde uno de los balcones:

«¡Traición! ¡Nos han quitado a nuestro rey y quieren llevarse a todos los miembros de la familia real! ¡Muerte a los franceses!«

La revuelta que siguió no contó con el apoyo de la aristocracia, ni del ejército (con las heroicas excepciones de Daoíz y de Velarde), ni con el de la afrancesada administración. Sin más armas que cuchillos y navajas la multitud se enfrentó al ejercito regular francés. Goya inmortalizó aquellos sucesos en su cuadro La Carga de los Mamelucos.

La Carga de los Mamelucos (1814)

A fuer de ser sinceros, parece que el número de personas activamente involucradas en la revuelta era de unos pocos miles (pongamos 5.000 por lo alto, menos de un 3% de la población de Madrid en la época), frente a unos 30.000 soldados franceses. Esto -mirar mientras otros pelean, que no deja de ser también muy español- no quita para que hubiera historias realmente magníficas, como una que refiere Arturo Pérez-Reverte: los presos de la Cárcel Real se dirigieron por escrito al director de la prisión en los siguientes términos:

«Abiendo advertido el desorden que se nota en el pueblo y que por los balcones se arroja armas y munisiones para la defensa de la Patria y del Rey, suplica, bajo juramento de volber a prisión con sus compañeros, se les ponga en libertad para ir a esponer su vida contra los estranjeros.«

El director accedió a la solicitud, y armados de palos, hierros y navajas, cincuenta y seis quinquis de la época salieron en busca de franceses, haciendo paradas técnicas en cuantas tabernas encontraban a su paso. En palabras de Pérez-Reverte, que para retratar estas situaciones tiene un arte especial:

«A unos franchutes, que manejaban en la plaza Mayor un cañón con el que hacían fuego hacia la calle de Toledo, vieron caerles encima una jábega de energúmenos morenos, patilludos, tatuados y vociferantes, que a los gritos de «¡Viva el rey!» y «¡Muerte a los gabachos!» se los pasaron literalmente por la piedra de amolar, dándole ajo a siete. […] Los presos dieron la vuelta al cañón de los malos y le arrimaron candela a un escuadrón de caballería de la Guardia Imperial que cargaba desde la puerta del Sol. Al cabo, faltos de munición, inutilizaron el cañón y se desparramaron por las callejuelas del barrio, cachicuerna en mano, buscándose la vida.«

Lo más pintoresco del asunto es que -descontados muertos y heridos graves- sólo uno de los presos no cumplió la palabra de volver a prisión. Éste y otros episodios no alteraron evidentemente el desenlace de la revuelta, finalmente aplastada por el ejército francés y duramente reprimida después. Todo aquél que fuera detenido en posesión de un arma (desde una navaja a unas simples tijeras, como en el caso célebre de Manuela Malasaña) sería fusilado, como Goya reflejó en su famoso cuadro Los Fusilamientos del Tres de Mayo.

Los Fusilamientos del tres de Mayo (1814)

Estos acontecimientos terminarían por catalizar la revuelta nacional contra la ocupación francesa, que depararía muchísimos otros momentos para la Historia, como Bailén (primera derrota en la Historia de la Grande Armée de Napoleón, a manos de un ejército español en el que por cierto participó José de San Martín), la guerra de guerrillas, los asedios de Zaragoza (en los que una catalana -Agustina Zaragoza Doménech- pasaría a ser recordada como Agustina de Aragón) o Cádiz («con las bombas que tiran los fanfarrones, las mujeres de Cádiz se hacen tirabuzones«), que marcó el punto de inflexión de la contienda. Napoleón diría años más tarde, en su exilio en Santa Elena que:

«Esta maldita Guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se relacionan con este nudo fatal: destruyó mi autoridad moral en Europa, complicó mis dificultades, abrió una escuela a los soldados ingleses… esta maldita guerra me ha perdido.»

Sorprendentemente -a tenor del rechazo al influjo francés con el que se inició la Guerra- durante la misma se promulgó la primera Constitución moderna de España, de carácter marcadamente liberal, y en la que por primera vez se recogía a la Nación Española (compuesta por «la reunión de los españoles de ambos hemisferios«) como fuente de legitimidad y titular de la soberanía. Por supuesto, lo primero que hizo Fernando VII cuando volvió entre gritos de «Vivan las Caenas» fue derogar esta constitución. Nada nuevo bajo el sol; ya en el Cantar de mio Cid figura aquello de «¡Dios, qué buen vassallo, si oviesse buen señor!«

2 respuestas to “Bicentenario del Levantamiento del 2 de Mayo”

  1. JJ said

    Lo que no quita que en el mausoleo de Napoleón pongan Bailén como una victoria francesa. O algo así.
    De todas formas, si la historia la cuentan los ingleses te dirán que si no fuera por ellos, España seguiría siendo francesa. El resto de Europa, casi seguro. De ahí podría salir una ucronía interesante.

  2. Carlos said

    Hombre, lo de los ingleses es entendible viniendo de ellos, y da para un rato de what-if (imagínate los pobres niños, sin poder cantar lo de «Mambrú se fue a la guerra»), pero que los franceses consideren Bailén una victoria… ya les vale.

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